mi columna de opinión: a cinco columnas – El sueño del mono loco
El sueño del mono loco Saliva, cinismo, locura, deseo…

mi columna de opinión: a cinco columnas

Con este ejercicio del Taller de las palabras inauguro una nueva categoría en el blog, «mi columna de opinión», en la que espero poner opiniones, relatos, historias y demás escritos que me inspira la realidad.

Para realizar el ejercicio, había que crear un relato basado en una noticia o noticias que leyésemos en la prensa y, aunque en la campaña electoral no se mencione, la violencia sexista (violencia de género está mal dicho), me sigue pateando el cerebro desde las páginas de los periódicos.

A cinco columnas

Rosa es una mujer de costumbres, se podría decir que de manías. Todas las mañanas compra el periódico nada más salir a la calle, camino del tren que la llevará al trabajo. Para ella, cada viaje en tren es idéntico a los otros, un sinfín de rutinas encadenadas con parsimonia. Se sienta en sentido contrario a la marcha, hacia la mitad del vagón, en el centro del convoy, con un ojo en el periódico y otro en el pasaje. Siempre dedica el mismo tiempo a las hojas de papel y las personas que la rodean, que suelen ser las mismas y a quienes considera viejos conocidos.

Antes de salir de la estación, el vagón se va llenando con los habitantes de tan reducido mundo. El chico que estudia cerca del trabajo de Rosa, con sus auriculares y su sempiterno libro de bolsillo, que ejerce de acompañante y aislante sobre el resto del mundo. La mujer callada, frágil y casi invisible a los ojos de los demás, que suele llevar unas enormes gafas negras bajo las que Rosa imagina que duerme durante el trayecto. Los tres adolescentes ruidosos y alegres que se bajan en la segunda parada, enmudeciendo el vagón con su partida. La señora que, como le comentaba un día a una chica que se sentó con ella, iba al hospital a ver su hermano y cuyos ojos azules no pueden evitar una lágrima de tristeza. El tipo alto y altivo que siempre habla por el móvil a gritos y que, afortunadamente, se baja en la tercera parada, evitándoles escuchar el runrun de su conversación.

Instantes después de que el tren se ponga en marcha, Rosa ojea el titular a color y cinco columnas, extrañada por semejante esfuerzo y el derroche de tinta en un periodico local y, sólo entonces, nota la ausencia de la chica de las gafas oscuras.

La noticia.

Una idea sobre “mi columna de opinión: a cinco columnas”

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